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Consiste en un proceso de dispersión continua por el cual se transforma un ingrediente activo en una niebla sumamente fina. Se calienta el plaguicida hasta evaporarlo y crear una niebla muy densa, que al momento de entrar en contacto con el aire frio del exterior, se condensa cubriendo la superficie deseada.
Esto permite realizar un tratamiento más uniforme en superficies mucho más amplias de lo normal, abarcando lugares antes inaccesibles. En espacios cerrados es doblemente efectivo, ya que las partículas del desinfectante se concentran en un mismo espacio.